domingo, 28 de junio de 2015

Efecto mar y prosa.

Foto por Andrea González Güemes

A la pequeña variación
que tiene todas las llaves
por definición.

Aleteas y no cambia nada al otro lado del mundo,
pero joder, qué bonito se vuelve este.
De estómagos a parabrisas
conoces los riesgos de volar en libertad,
pero quién se resiste al caos. 
Cuando te tapiaron la única salida,
el techo cada vez estaba más cerca.
Lo llamaron claustrofobia, pero era crecimiento.
Personal e intransferible.
Las llaves son actitudes.
Hablan de la sensibilidad 
a pequeñas variaciones en las condiciones iniciales,
pero nadie menciona la opción de abrirte por reformas.
Y qué sensación, 
que al otro lado sepas a quién quieres ver.
Y quién quieres ser.


miércoles, 24 de junio de 2015

Puestos a pedir


Foto por Andrea González Güemes



Pide,
pide clavos y hazlos arder,
pide que te agarren y parar caídas.
Pide ser el único,
pide ser toda la puta caja de herramientas.
Pide suerte, efervescencia.
Pide más fuego, más leña.
Sinergia, correspondencia.
Pide el absurdo, pide sin piedad,
pide superar la fecha de caducidad.
Pide ser la sal del mar que le falta a esta ciudad.
Pide otra cerveza, joder,
que aún es pronto para sincerarse
sobre experiencias mutuas.
Y no quiero dormir,
tengo demasiado(s) sueño(s).
Pide ser el destello del relámpago
del día que te conocí y llegó el verano.
Pide el estruendo del trueno
por el que llevas el corazón en la mano.
Pide lo que después aún vayas a querer.
O no.
Pero pide.
Que el deseo hoy te conceda a ti.

sábado, 20 de junio de 2015

Separar los golpes

Foto por Víctor Martín

"Al menos no nos hagamos los fuertes
si no vamos a luchar."
Escandar Algeet

Es un poco como llegar a casa borracho
y sin cartera,
que no sabes si la has perdido
o te la han robado.
La oportunidad.
Siempre fuimos con los besos como con las cervezas,
que la última nunca es la última.
Por eso esta absoluta disconformidad
con tus labios alejándose
para no dejar de hacerlo.
Si hubiera contado con esta lucha contra el olvido,
habría salido más guapa en las fotos,
habría sonreído más para la memoria,
habría hecho de jarrón y florero.
Pero nunca fue lo mío estar callada.
Ahora, sin embargo,
las palabras se dispersan en susurros mudos
de camino a romper el silencio,
y me quiebro yo.
De armadura de cristal,
que se rompe cortando,
que muere matando.
Yo, que nunca quise ser hacha,
sino escudo,
y ahora que me toca luchar a mí,
ni siquiera sé parar los golpes.

domingo, 14 de junio de 2015

Lloverá y yo veré

Foto por Andrea González Güemes

El día que el viento dejó de soplar,
la veleta desnortada comenzó a girar
pretendiendo independizarse de él;
enredarse así en un tornado
era simplemente pura inercia.
Que la brisa no era huracán
por mucho nombre de mujer que tuviera,
tardaría más en comprenderlo.

Crónica de una suerte anunciada
por el Meteosat
fue su llegada desde el océano menos pacífico,
muy consciente, pero inocentemente adorable 
cuando su propio viento le levantaba la falda.
Cogía las jarras de cerveza con las dos manos
y las marcaba con el rojo de sus labios.
Se perdía en las rotondas
como si las aceras a su paso
no fueran a rendirse a sus 160 km/h.
Tenía una hucha para aviones,
que alimentaba más cuanto más podía volar,
por si un día no conseguía
despegar sus pies del suelo.

De convertirla en vendaval de andar por casa
lo único que él pretendía era eso,
verla andar por casa.
De soplar en contra,
buscaba ser molino.
De su jaula de realidades,
verla revolotear en libertad
acariciando unos barrotes invisibles
a los que poder llamar toma a tierra,
mientras cantaba despistada
en el asiento del copiloto
de su propia cabina de mando.
Dejándose llevar, dejándose mecer.

Lo malo de los huracanes
es que solo estás a salvo en sus ojos.
Lo peor,
lo que queda cuando los dejas ir.

¿Cuántas velas vas a conseguir apagar ahora que ella no sopla?