jueves, 11 de agosto de 2011

"El olvido y la muerte."

Foto por Andrea González Güemes


http://www.escandar-algeet.blogspot.com/

Tengo el problema de no tener dioses que me respalden la eternidad. Y miro hacia atrás mirando a esos hombres que nos firmaron el prólogo de nuestra historia y no consigo ver las explicaciones a todos los miedos que sí me crearon.
Vértigo de estar vivo, el puto miedo a la muerte que me viene cada vez que no duermes conmigo. Digamos que tiemblo,
respiro mal y hasta pierdo el equilibrio si me acerco a un precipicio y compruebo que caerse es mirar al vacío y ver que no hay nada.
No soporto la palabra infinito por todo lo que representa. Y cuando tú me abrazas, a veces, deseo solo morirme a tu lado y seguir así y que sea siempre. Porque me duele cada minuto que muere, y cada cacho de vida que paso, y cada paso que doy, y cada miércoles...

Imagino las cenizas de los muros que harán dentro de 50 años, los cadáveres, inexistentes ya, de los niños del futuro, la nada desplegando arrogante su poderío y no habrá amantes que se piensen como nosotros, ni parejas oxidados de tantas años y tanta rutina, ni siquiera habrá atascos para entrar en las piernas de la felicidad, ni ésta llamará a nuestra casa, que será una hoguera donde todos los poemas que escribimos se irán quemando sin hacer ninguna forma especial con el humo.
Me jode el olvido, porque vendrá a llevarse todo por delante y entonces no importará si vivimos bien o lo hicimos muy mal, dará igual que ahora nos demos la mano como una forma particular de vida o que ayer dijera "te necesito" hablando muy en serio.
Nunca me han gustado las fechas de caducidad. Ni el hecho de que exista una cosa llamada tiempo y encima avance. Quiero decir que dentro de 1000 poesías poco se va a quedar con nosotros, que estaremos muertos y solos como ejércitos de soldados rendidos y de rodillas, llorando todos, y la tierra se llamará gemido y nadie estará para decir que esto se parecía a un valle de lágrimas. Y olvidarán, cómo evitarlo, que un día nos hicimos caricia y otro fuimos abrazo, olvidarán -y no da igual, no me jodas-, lo que era dormir y más aún, soñar, entre el vértice de tu sonrisa y la última grieta de tus párpado
s.

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