domingo, 26 de diciembre de 2010

Si se acercan tiempos de tormenta y vienen nubes negras, no te hundas.



La gente nos mira cuando llueve y llevamos el paraguas en la mano, cerrado, claro, y en la otra nos tenemos a nosotros, con nuestra única y exclusiva manera de encajarnos, de momento. Y si te hago reír intentas besarme, mientras seguimos paseando, claro, y provocas colisiones frontales y fracturas múltiples del tabique nasal, entonces te vuelves a reír porque casi me sacas un ojo. Y encima nuestros flequillos mojados se han quedado enganchados momentáneamente, como si fueran los únicos que se atreviesen a gritar y manifestar a los cuatro vientos que no queremos separarnos ni un milímetro más de la cuenta, del necesario para respirar oxígeno, pero sin dejar de respirarnos a nosotros, claro. Aunque, si te soy sincera, subiría al castillo, cogería todos los apuntes que tenemos, todos esos para los que no hemos tenido tiempo en estos meses, los haría un cono, y les diría a las luces de Navidad que eres lo que más quiero del mundo mundial.

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